...siendo yo un niño

Siendo yo un niño, llegada la Semana Santa, cogíamos carretera y manta y allí p'al pueblo que nos íbamos. Eran días de visita obligada como las vacaciones de verano y las navidades; para ver a los abuelos y retomar el contacto con las raíces, con nuestro pasado y herencia, con nuestra identidad propia.
Sí, quizás fui yo un de los muchos privilegiados de tener pueblo y aunque no conociera el mar hasta ser un adolescente de 14 años, no cambio la suerte que tuve de conocer y vivir una cultura que poco a poco se va perdiendo entre el olvido y la modernidad, en el trueque del adobe por el ladrillo visto.

Siendo un niño, pude escuchar in situ, tantas y tantas Semanas Santas, aquellos cánticos de procesión, cuando aún me daba miedo el Cristo Yacente. Un cristo que en un pasado lejano, los tabareses lo hicieran descender de la cruz para llevarlo en Via Crucis al Santo Entierro, en una representación religiosa de las que prohibiera el Concilio de Trento... hace unos cinco siglos, y que la memoria ya no abarca a recordar cuándo se dejó de hacer.
No muy lejos de Tábara, al otro lado de la Sierra de la Culebra, aún lo siguen llevando a cabo -creo haber leído por ahí- en Bercianos de Aliste.

Durante la procesión del Santo Entierro, llamada por el vulgo La Carrera, a eso de las seis de la tarde, cantaban los hombres el miserere solfeao -o florido, no recuerdo muy bien el apelativo con el que lo llamaba mi abuela al referirte al miserere tradicional de ámplios melismas y que con tal sobrenombre, no no sdeja dudas de lo ornamentado que sería el canto- ... lástima de no haberlo jamás escuchado por aquellas calles y por aquel camino que lleva a la Cruz de Piedra, parada final del Via Crucis; pues cuando era yo pequeño, el via crucis sustituyó al miserere, pues aún había hombres que lo supieran de memoria, entre ellos mi padre que lo recordaba perfectamente y que me lo transmitió a mi hace unos 15 años. Los cantores de Andavías ya lo grabaran en su "Misa Solemne de Andavías", un tesoro que nos muestra como era el canto religioso que la tradición oral ha sabido conservar en la memoria de sus gentes... que luego no vengan "gregorianistas cerrados, seguidores a pies juntillas de Solesmes", a enseñarnos como debemos cantar el canto litúrgico y a prohibirnos adornarlo con melismas como mejor uno sepa que es como manda la tradición, esgrimiendo el único y falso pretexto de que el canto religioso ha de ser simple y parco en ornamentos... que lejos de la realidad religiosas de todos los pueblos.

Y por la noche, retomando la Semana Santa en Tábara, durante la Procesión de la Dolorosa, las mujeres de luto sacan a la Virgen que en Zamora llaman de la Soledad, pero que en Tábara simplemente se la llama "la Dolorosa" y se entonaba el Stabat Mater en latin, alternando su primera estrofa a modo de refran coral con las partes de solista que generalmente cantaba Don Timoteo, pues nadie más sabía la melodía de tales estrofas ni de momeria el extenso texto en latin que recogían los misales. Bueno, no todos desconocían la melodía. Pues mi padre, Manuel Díez Casas, bien que recordaba de su época de monaguillo, y como luego estudió en los curas, estaba acostumbrado a cantar en latin.
Contaba yo unos 11 o 12 años, cuando mi padre se empeño un mes antes en Alcorcón, en enseñarnos, a mi primo Ángel y a mi, a cantar el "pendebás", que es como popularmente se conoce al Stabat Mater, en Tábara. El miedo escenico de Angelito le quitó de cantarlo aquella vez, pero yo, luciendo corbata por primera vez en mi vida -como los adultos- acompañé a mi padre y a Don Timoteo, el parroco, cantando las partes dolistas a tres durante toda la procesión. Sería la ultima vez que fuera en Semana Santa al pueblo... pero el recuerdo de aquella noche no se ha ido de mi mente, ni la sensación de orgullo tabarés que me embargó por cantar junto a mi padre, ni la melodía que me ha acompañado todos estos 25 años, que siempre vuelve a mi memoria llegando los días de Semana Santa.


Enlaces de interés
UT. Proyecto de Recuperación de la Música Medieval

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